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Respeto a quienes optan por el pensamiento político de derecha como también a quienes se cobijan bajo las ideas de izquierda, siempre que sus actores asuman con claridad, responsabilidad, sinceridad y altura los preceptos que dicen defender. Rechazo, en cambio, a quienes han engañado a pueblos, llevándolos a equivocarse en una elección, en la creencia de estar votando por una propuesta sincera.
He tenido frescamente en mi memoria la pasión popular que corrió al respaldo del ex coronel Lucio Gutierrez, en la campaña electoral de Ecuador en el año 2002, bajo el Partido Sociedad Patriótica. Gigantesca e impresionante fue aquella etapa histórica que terminó en frustración para un pueblo que había confiado en Lucio.
Tanto fue la decepcion, el desengaño y la frustración provocada por Gutierrez al pueblo de Ecuador, que no tardaron los movimientos de protesta contra su gobierno que de hecho nació arrogante y que no tardó en exhibir su verdadera cara antipopular.
La pesadilla concluyó el 20 de abril del año 2005, cuando miles de ecuatorianos tomaron las inmediaciones del Palacio Nacional, hasta lograr su huida del país.
Tampoco puedo apartar del pensamiento, el comportamiento del presidente de El Salvador Mauricio Funes, quien postulado como candidato de cambio por el Frente Farabundo de Liberación Nacional -FMLN-, ganó los comicios del 15 de marzo del 2009 a la Alianza Republicana Nacionalista -ARENA-.
Muy pronto, también se apartó en práctica de la filosofía política de la organización que hizo posible su victoria, hasta el punto que mientras el FMLN ha insistido por estrechas relaciones con las naciones de la orbita progresista, el presidente ha preferido "la neutralidad" y la inoperancia en cuanto a la urgencia de una política exterior de nuevo tipo.
Concluyo, entonces, que Lucio y Funes han sido la frustración de los otroras seguidores que los concibieron como hombres inspiradores de transformaciones sociales y económicas profundas, con inclusión, independencia y equidad social.
Aprendamos de estas dos experiencias amargas para esta America Latina de sacudimientos e integración regional crecientes, y ojalá no tengamos en el futuro ni un Lucio ni un Mauricio Funes más en ninguna de nuestras naciones latinoamericanas y caribeñas.
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