Francisco Ozoria: El arzobispo que ahora reina, pero no gobierna.

Por Luis Herasme
Jueves, 13 de noviembre 2025.

Santo Domingo. La reciente decisión del Vaticano de despojar al arzobispo de Santo Domingo, monseñor Francisco Ozoria, de todas sus funciones administrativas dentro del Arzobispado, y a la vez mantenerlo como titular del cargo, ha de estar generando los más diversos cuchicheos, rumores, verdades y especulaciones, dentro y fuera de los círculos eclesiales. 

La medida, justificada bajo el alegato de “mala administración”, ha sido asumida por el propio Ozoria con una mezcla de obediencia institucional y evidente descontento personal.

En una carta dirigida a los fieles, el prelado reveló que el arzobispo coadjutor, monseñor Carlos Moral, asumió el control del patrimonio del Arzobispado, de las cuestiones económico-financieras y de la gestión del clero, dejándolo a él solo con el título honorífico de arzobispo Metropolitano. 

Ozoria describe su situación con una frase: “A mí me han dejado solo el título".

La frase envuelve la desilusión amarga de un hombre que, tras 47 años de servicio a la Iglesia, 28 de ellos como obispo, se ve desplazado del ejercicio efectivo del poder pastoral. 

Su carta deja entrever la tensión entre la fidelidad a la institución y la herida personal de quien percibe que ha sido juzgado sin previo aviso ni advertencia. 

“Nunca se me amonestó o advirtió”, dijo, en referencia a la "mala administración" de la cual se le señala, pero que acepta la decisión con “obediencia”, por su amor a la Iglesia.

Sin embargo, esa obediencia no oculta una inconformidad aún mayor, cuando afirma que el prefecto del Dicasterio para los Obispos, cardenal Marc Ouellet, le dijo en una ocasión: “Usted tiene muchos enemigos. Han vencido los enemigos”. 

Ozoria sugiere que detrás de la decisión vaticana podrían existir intereses o presiones internas más allá de un mero problema administrativo. Esta afirmación abre la puerta a la interpretación de un trasfondo político dentro de la jerarquía eclesiástica dominicana.

En sus palabras finales, el arzobispo reivindica su trayectoria y su conciencia tranquila: “Tengo la satisfacción del deber cumplido. Dios es fiel y conoce mi conciencia.”.

El caso de Ozoria evoca el viejo dicho monárquico de “El rey reina, pero no gobierna”. Conserva la dignidad y los honores del cargo, pero no el poder real que implica la gestión de la Iglesia local. En la práctica, ha pasado a ser un símbolo sin autoridad, un pastor al que se le ha retirado el bastón o el cayado, pero no el título.

Francisco Ozoria, el arzobispo que “reina, pero no gobierna”, se despide de la gestión activa con la serenidad del que obedece, pero con la amargura del que siente haber sido desplazado no por su falta, sino por sus “enemigos”.
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