Por Luis Herasme
La "burbuja" Juan Guaidó, quien el 24 de enero se auto-proclamó como la principal autoridad de Venezuela ("presidente"), se desinfla a todo dar y su imagen raya lo ridículo.
Las fuerzas internas que intentaron entretejerse para derrocar al gobierno de Maduro, no logran la unidad en torno a Guaidó.
Ya el gobierno de Donald Trump, a través de uno de sus funcionarios ha reconocido la división de la oposición y la atribuye a que muchos quieren ser presidentes.
Debió haber dicho, si la intención hubiera sido completar el cuadro, que pese a que no se puede dejar de reconocer que el boicot a la economía venezolana es grande y hace mucho daño, las fuerzas del chavismo permanecen más unidas que antes alrededor del gobierno.
Los últimos intentos de golpes de estado, citando el del 23 de febrero, desde la frontera con Colombia, y el del 30 de abril en Caracas, lejos de crear desconcierto en la cadena de mando y unidad gubernamental, ha dado lugar a una fortaleza mayor.
Juan Guaidó, en cuanto creación mediática del gobierno de Donald Trump, para derrocar al gobierno de Maduro, ya casi no sirve a "esos propósitos".
Mucho menos que antes, la oposición no hace caso a los llamados aventureros de Guaidó a la rebelión.
Al auto-proclamado "presidente" sin gobierno, ya se le acabó la infla del "niño mimado" de la Casa Blanca, la cual lo había concebido para un golpe de efecto inmediato y no para "una guerra larga o prolongada".
Pudo haber ocurrido, algunos lo especulan, que Trump creyó que los días de Maduro estaban contados. Eso fue lo que al parecer los "espías" le habían hecho creer.
En todo caso, las amenazas contra Venezuela siguen y seguirán, aun cuando Juan Guaidó termine de desaparecer por completo del escenario político.
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