Por Luis Herasme
Mucho se ha abusado de su nombre para pisotear esperanzas y excluir a los verdaderos herederos de su honra.
Recordemos que el propio Jesucristo fue víctima del poder romano que usó el vocablo "Dios" con insistencia para perseguirlo, crucificarlo e impedir el reino de justicia social que profesó en tierra en nombre del padre.
No es cuestión de "decir soy". Es el corazón, son los hechos y los propósitos los que te definen como "bueno" o "malvado" ante Dios, quien lo ve todo y nos coloca en su justo lugar.
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