
En el fervor de la última campaña electoral, escuchamos discursos brillantes y sin desperdicios. Equidad. Redistribución equitativa de las riquezas. Cambio de modelo económico a partir de la pequeña y mediana empresa. Vigorización del poder adquisitivo del pueblo. Brasil es buen ejemplo. Que patatín, que patatán.
Tras un año de mandato, las esperanzas vendidas se esfuman a ritmo vertiginoso. Hay ya desencantos. Los caminos parecían diferentes, pero conducen al mismo punto. Dudas crecientes. La alta clase empresarial ahora aplaude al presidente, quien la llama a una alianza estratégica y de paso le ha dado el poder para que revise el Código de Trabajo, sin la sombra de los trabajadores. No hay redención de los oprimidos.
Vamos muy mal, Señor Presidente.
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