Por Cándida Figuereo
El poder abusivo es deleznable en cualquier
esfera de la vida, máxime si se trata del quehacer educativo, del derecho a
aprender, a educarse en buena lid en momentos en que se hace énfasis en ese
sentido.
Quien ostenta el poder debe demostrar
autoridad, pero sin echar a un lado la sensibilidad.
No pocos cantaletean que el poder es para
usarlo. Así, unos lo utilizan para enriquecerse, otros para creerse dioses,
para mancillar, para discriminar o hacerle la existencia imposible a un infeliz
que solo tiene como riqueza la dignidad, el día y la noche.
El poder se debe utilizar para servir. De
este modo lo emplean los grandes hombres que dejan huellas en la humanidad, por lo que son bien
recordados y congratulados.
Y quienes
utilizan el poder para envilecer, provocan náuseas. ¡Qué bueno es tener
el mazo contra un desvalido de la vida! Viene esto a propósito de dos niñas a
quienes les niegan el derecho a continuar sus estudios porque reprobaron dos
materias al decir de sus quejumbrosos padres.
A quien reprueba una o dos materias se le da
un chance, si no supera el examen repite el curso, pero NO debe ser excluirlo
del plantel.
Para el 2008 unos 216,000 menores en edad
escolar no asistían a la escuela,
conforme a un estudio de Foro Socio-educativo. El censo de 2002 recoge que el 13% de la
población era analfabeta, el 33% entre l5 y 29 años no había completado la
educación básica y el 69%, con 20
a 29 años, no había completado el nivel medio.
Con esas cifras, y sin esas ellas, a nadie se
le debe negar el derecho a instruirse.
La mayoría de nuestros maestros son personas sensibles, que asimilan a los alumnos como a sus hijos.
Los alumnos siempre recuerdan a sus buenos
maestros en los distintos escalones de la enseñanza. Si un alumno fallare, el
maestro o quien dirige el plantel debe tratar de buscar una solución
salomónica, que no perjudique al más débil.
Llevar a un hijo hasta el último peldaño de
la formación ha sido siempre un gran sacrificio para la familia que vive con el
sudor de su frente, y a la vez su gran
trofeo es ver a su muchacho graduado.
De ahí que en ningún estamento, y menos en el
educativo aunque sea solo un caso de excepción, se debe usar el poder para
abusar, para dañar. El mejor uso del poder es cuando se aplica de manera justa.